· 

Flamencos del mundo, Rosalía no es el enemigo

     Antes de comenzar, una advertencia: aléjense de esta web todos aquellos que tengan una opinión absoluta y rígida sobre cualquier asunto de la vida, y más aún sobre la música. Aléjense, por favor, todos los del blanco o negro, los de a mí manera o a ninguna otra. Todos los que, leyendo un artículo de opinión, sean incapaces de estar de acuerdo en unas cosas y en otras no, y, por el contrario, tengan que estar de acuerdo en todo, o en nada.

  

     A todos esos no los quiero aquí, gracias. Yo creo que lo bonito de difundir una opinión es despertar algunas líneas de pensamiento en la gente que la lee, que no tenga que tomarla por cierta entera, pero que en algún punto pueda decir, “oh, sí, estoy de acuerdo en eso, es interesante, no lo había pensado así antes”. Y que esa opinión haga a esa gente mirar desde otro punto de vista, y que esa gente pueda contestar a la opinión, y que el que opina gane también nuevos puntos de vista. Y todos contribuyamos a darnos cuenta de que prácticamente nada en la música es totalmente malo ni bueno, sino que todo tiene sus (como dicen los tangos) cositas buenas y sus (como dice la canción mexicana) cositas malas.  

 

     Y Rosalía y Refree, como todo en esta vida, tienen sus cositas buenas y sus cositas malas.   

 

     Comencemos con Refree (oh, sí, qué ganas teníais. Qué ganas le tenemos todos). Bien, pasa algo curioso en el mundo de la guitarra flamenca, que no he visto en ningún otro sector musical, y es lo siguiente: todos, absolutamente todos, están de acuerdo en determinar quién ha sido el mejor guitarrista. Paco de Lucía. A unos les puede gustar más uno u otro, o considerarle mejor en ciertos aspectos, pero a la hora de la verdad, todos coinciden en decir quién es el más grande en su conjunto. No he visto tanta unanimidad en decidir quién es el mejor en ningún otro género. Pues el caso es que Raúl Refree ha conseguido la unanimidad del lado contrario: todos llegan a la misma conclusión a la hora de establecer quién es el peor guitarrista. Por una vez, y sin que sirva de precedente, la comunidad flamenca coincide.  

     Pero es que Raúl Refree no quiere ser guitarrista. Toca la guitarra eléctrica y se ha introducido en el flamenco de pasada, pero no quiere ser guitarrista. No se pasa las tardes calentando con el estudio de Villalobos, aprendiéndose las falsetas de Paco ni memorizando escalas. Le da igual todo eso. Le da igual ser el peor guitarrista. Él sabía a lo que venía. Raúl Refree es un productor musical (y bastante bueno, por cierto; ha trabajado con Silvia Pérez Cruz, Rocío Márquez y Kiko Veneno, entre otros), con muy buen gusto musical (ahora matizo esto) y muchísimo afán experimental y provocativo, lo cual, bajo mi criterio, riñe a veces, como en su famoso vídeo aporreando la guitarra en la siguiriya, con ese buen gusto, pero si os molestáis en escucharle más veces, o más trabajos, descubriréis que es buen músico. Lo que pasa es que le gusta mucho alterar, transgredir, incitar otras sensaciones, sorprender, y eso no siempre es bello. Pero siempre afecta. Siempre y transmite y contagia un sentimiento (sea el que sea, porque ya hemos visto que estos dos o te emocionan o te crispan los nervios, con ellos no hay medias tintas).  

 

     Y además se ha metido al flamenco superficialmente, y ha logrado coger el compás con la guitarra, pero para tocar ese compás como un flamenco de verdad, con ese soniquete, con ese sentido, hacen falta muchos años, y él lo toca como si fuese un guitarrista grunge. Pero es que él, insisto, no quiere tocar como un flamenco de verdad. Él hace rock experimental, indie, música hípster, como lo queráis llamar, y lo ha mezclado con el flamenco, tomando algunas cositas básicas de éste, pero nada más. Él no quiere hacer flamenco. Ni quiere no-hacer flamenco. Para él eso no es lo importante. No está en esa lucha de “ser” flamenco. Tiene bien claro que no lo es. No viene de ese mundo. Pero le ha gustado y lo ha interpretado a su manera. Utiliza la guitarra como un instrumento electrónico, como si fuera una base de música indie o de discoteca. Pum, pum, pum. Ésa es su propuesta. No quiere tocar bien. Quiere hacer una base contundente con la guitarra, exagerar, levantar al público del asiento. Y otra cosa no, pero Refree es un experto en levantar al público del asiento. Sabe perturbar, sabe generar respuesta en las personas. Y por eso mismo huele tan bien el éxito y sabe dónde encontrarlo y cómo moverlo. ¿Su motivación para meterse en el flamenco? ¿Dinero, éxito? Es fácil pensar que es solamente eso. Pero no lo creo. Yo creo que es más que nada diversión; es afán de meterse en cosas nuevas y exóticas, en un género que ya hemos visto que le ha venido atrayendo de años. Yo creo que (a pesar de que sea tentador pensarlo) su incursión en el flamenco no ha sido una jugarreta comercial, creo que de verdad le mueve, le motiva, le fascina. Aunque, evidentemente, no es tonto, y sabe qué va a generar y provocar todo lo que hace. Refree huele el éxito, y aprovecha su talento y sus gustos para ir hacia él. No seré yo quien se lo reproche.  

     Y llegaremos a una conclusión de todo esto, pero vayamos antes a Rosalía. Su caso es diferente. Ella sí es flamenca. Quiero decir, proviene del flamenco. Es lo suyo desde el principio. Y le achacan que canta mal. Aquí hay material de debate. Bueno, yo no puedo decir que Rosalía cante mal. Tiene una voz bonita y personal, siendo sólo fríamente objetivos. Y, para muchos, muchísimos, no sólo es bonita y personal, sino que te contagia su emoción, te alegra o te entristece, te desgarra. Es una voz que ha hecho que miles de personas la adoren y flipen con ella. Al margen de la labor comercial, del momento, de los medios de comunicación (que también juegan un papel importante), pero bueno, además de eso, algo tendrá que a tantos les remueve por dentro. Sí que es verdad que no es una voz de cantaora al uso; no tiene la potencia ni el fondo de los grandes, de Mercé o de Poveda, por ejemplo (por poner ejemplos de famosos), ni la misma precisión en la afinación o en las melodías de los cantes tradicionales, ni la misma respiración o aguante, ni el mismo poso del que lleva con el flamenco tradicional cantando lo mismo cincuenta años, que, quieras que no, pues claro, se domina con un peso especial, un control absoluto del compás, el ritmo y los matices. Pues no, el punto fuerte de la voz de Rosalía no es nada de eso. Es ese susurrito, ese cambio repentino, ese lloro del cante, ese quejido tan poco “quejío”, pero tan lamento. ¿Canta mal? Canta incorrecto, quizás, según los cánones. Pero si tú la escuchas y te dan ganas de seguir escuchándola y conociéndola, y se te pega ese lamento en el cuerpo, pues algo tendrá, insisto, algo tendrá.  

     Es fácil decir que no se esfuerzan, que hacen todo esto para ganar dinero fácil. Esta chica interpreta varios instrumentos y tiene estudios superiores de música. Y domina el compás (para poder cantar tocándote Refree, imagínate si hay que dominarlo…). Pero al margen de la broma, Refree es de los que trabajan con doscientos grupos y hacen nuevos proyectos cada mes y cada año, y ser productor implica mucho trabajo y mucho conocimiento. Y compone, y arregla. Esfuerzo hay. Lo que pasa es que no se esfuerzan en la misma dirección en la que estamos habituados a que se esfuercen los flamencos.  

 

     Y aquí voy al grueso del asunto. Sabina, por ejemplo, canta “mal”. Serrat canta “mal”. Violeta Parra tocaba “mal” (se marca el ritmo con un rollo muy Refree en “La Jardinera”, por ejemplo). ¡Y no pasaba nada! ¿Pero por qué hay que tocar “bien”? ¿Por qué esa obsesión en el flamenco por hacer las cosas “como son”? ¿Por qué no ocurre en otras músicas? ¿Por qué en el flamenco no se puede hacer algo con otros instrumentos, con otro concepto de ritmo o de obra, aunque sean los mismos compases? ¿Por qué esa lucha eterna por que las cosas “suenen a flamenco”?  

 

     Y es que algo que he visto muy habitualmente en la gente que comenta el último disco de Rosalía es esto: “Si te pueden gustar, si no pasa nada, pero que no digan que es flamenco, ¡porque la gente se confunde y se cree que eso es flamenco!”. 

     Y aquí voy al grueso, grueso, grueso, del asunto. ¡Es que tenemos miedo de que el flamenco se pierda de verdad! Es que nos asusta pensarlo, ¡es que se puede perder! Con todo el flamenquito, las rumbitas, Camela, Estopa, y todos los que, cuando se aproximan al flamenco, se aproximan directamente ahí, es que estamos perdiendo a las futuras generaciones, ya no les atrae el flamenco, se van a lo fácil, a la melodía superficial, al ritmillo bailable, y se van a perder un universo maravilloso, y eso es muy triste, claro que es muy triste.  

 

     Pero la cuestión es… ¿Es eso culpa de Rosalía, de Estopa, de Ketama, de El Barrio? ¿Son ellos los culpables?  

 

     ¿Por qué en otras músicas no están tan preocupados por esto, si también hay “intrusos”, “mestizos”, “impuros”? Y hay muchísimos, hay miles. Y yo no he visto que cuando digamos que Bach es un músico clásico salgan miles de clásicos indignados diciendo, ¡que no, que es barroco, que os confundís, que se va a perder el clásico! O cuando programaban a Paco de Lucía en los festivales de jazz (y no, Paco de Lucía no tocaba jazz, se aproximó a los guitarristas de jazz, improvisaba, pero no tocaba jazz, pero claro, no pasa nada por que lo programen en festivales de jazz, ahí no pasa nada, ¿no?). En esos casos yo no veía que nadie se quejara. Ni veo que los jazzeros monten la mundial cuando salen artistas de pop diciendo, “hemos fusionado un poquito con el jazz”, solamente porque hay un saxo improvisando sin ningún criterio jazzístico, sólo haciendo que suene bien. Y no salen los jazzeros diciendo, ¡se va a perder el jazz para siempre!  

 

 

     ¿Y por qué ellos no temen que se pierdan sus músicas para siempre?  

     Porque el clásico está escrito, grabado, definido y regulado. Y el jazz está escrito, grabado, definido y regulado. Y programado en las escuelas y conservatorios. Y un chaval que se sienta atraído por el jazz en cuanto se apunta a una escuela de música el profesor le dice en qué consiste el jazz y qué es y cómo es, qué es lo que define al jazz, quiénes son los músicos de jazz en los que debe fijarse, etc. Y puede acceder a ello desde cualquier pueblo en el que viva, porque músicos que haya estudiado jazz y clases de jazz hay en todas partes. Incluso en Internet. Escrito. Grabado y explicado en la misma grabación. Y de clásico ni te cuento. Y han pasado 500 años y hay miles de personas que siguen interpretando a Bach. A pesar de la electrificación de los instrumentos, del rock, del pop, de la electrónica, del indie… El mundo contiene siete mil millones de personas y un buen porcentaje de ellas siguen fascinadas con Bach y siguen queriendo tocar a Bach. No tantas como antes, claro. ¡Porque hay más cosas! Y porque lo simple y lo que se comprende superficialmente y sin esfuerzo atrae más. Eso es una cuestión natural del paso del tiempo. Al grueso de la población ya no le atrae la música clásica. Queremos música digerible y comprensible a la primera. Cortita y al pie. Rosalía y Refree son un reflejo de nuestra generación. Una mezcla de innovación y simplificación (en el sentido de que lo simple tiene menos elementos, menos engranajes). Nada más. ¿Y qué van a hacer ellos? ¿Responder a cualquier periodista, “eh, que nosotros no hacemos flamenco, que flamenco es la Niña de los Peines”? Además, bajo un criterio estricto, sí que hacen flamenco. Son compases flamencos, letras y melodías tradicionales flamencas. Pero no es 100% flamenco. Eso está claro. ¿Qué porcentaje de flamenco tiene que tener algo para “ser flamenco”? ¿Quién define eso? Mairena no tenía previsto algo como esto. ¿Quién decide ahora? Y, ¿por qué es tan importante decidir?  

 

     Porque es que el flamenco se puede perder, y no va a ser culpa de Rosalía ni de El Barrio. Es que el flamenco es uno de los “folclores” (aquí habría debate también) más ricos del mundo, una de las músicas más populares y complejas que conocemos, y es nuestra música, y apenas la conoce nadie en España. La cosa cambiaría mucho si los niños, por simple cultura general, supieran lo que es un palo, los compases del flamenco, en qué consiste, qué es una falseta, qué es “hacer una letra”... Eh, nada más. Un tema del libro de la asignatura de música que se repitiera durante varios años. Ni siquiera una asignatura propia. Para saber esa generalidad, igual que sabemos cuatro conceptos generales de Lorca, Machado, Cervantes o Quevedo (y no estaría de más que supiéramos un poquito más, porque el debate se extiende a toda la cultura, pero con el flamenco el fenómeno es mucho más exagerado). ç

 

     ¡Es que nadie tiene ni puñetera idea de lo que es el flamenco! ¿Y eso es culpa de Rosalía y de Ketama? No, señores, no. Los músicos como Rosalía harían un favor al flamenco si la gente tuviera una mínima noción de flamenco. Porque se aproximarían al flamenco desde Rosalía, igual que en su día se aproximaron a través de Camarón (y no estoy comparándolos, sólo digo que es el mismo fenómeno comercial). Y, si superan al menos distinguir un palo, un ritmo, conocer cuatro nombres famosos, pues se adentrarían más y más en el mundo del flamenco. Y entonces se sentirían atraídos por esas otras propuestas más elaboradas, más profundas y más perfectas que nos brinda el flamenco. Tan sólo si estuviera programado en las escuelas de música, si estuviese definido y programado al menos en más de tres páginas de Internet, si saliera en la televisión…  

 

En fin, creo que el concepto está bastante claro.

 

Flamencos del mundo, Rosalía no es el enemigo.  

                                                                                                                                                                                                                                                                            El enemigo es el presupuesto de gobierno dedicado a la difusión de nuestra propia cultura, su programación pública, su aparición en los medios, su enseñanza reglada.  

                                                                                                                                              

     O, mejor dicho, la ausencia de este presupuesto.  

 

     El enemigo es toda esa prensa y medios de comunicación que dan mil veces más cobertura a Rosalía que a otros, sólo aprovechando el tirón económico y sin tener ni la más remota idea de lo que están promocionando.

 

     El enemigo es ese director de conservatorio que dijo que mientras él siguiera vivo no iba a haber flamenco en su centro.  

 

     El enemigo es ese flamenco de toda la vida, que toca increíble, mucho mejor que Refree, evidentemente, pero que dice que “el acompañamiento al cante no se puede enseñar” o que “los extranjeros están perdiendo el tiempo y el dinero intentando aprender flamenco”.  

 

     El enemigo es ese cantaor con más potencia de voz y más soniquete que Rosalía, pero que dice que “el flamenco no se puede escribir”.  

 

     (Y lo que no se escribe, como todo lo que es anterior al siglo XV y a la imprenta moderna, se pierde para siempre).  

 

     Y no se pierde porque Rosalía saque un disco que usa ritmos flamencos pero con un aire indie, con una utilización del sonido más popera o indie o como se diga ahora, en fin, más actual, más de la mayoría de la población.  

 

 

    Se pierde porque si eso le gusta a un chaval en un pueblo cualquiera de España, no tiene dónde encontrar más. No hay cursos. Ya no hay peñas. Y en Internet puedes encontrar una soleá o una levantica…. Pero es casi imposible encontrar a quien te la explique.

 

     Porque el flamenco “no se puede explicar”. Y si no se puede explicar, no se puede entender. Y si no se puede entender, pues escuchas a Rosalía y te crees que todo el flamenco es eso, porque no hay nadie que te explique qué es el flamenco, con palabras claras, sencillas, comprensibles para los que están fuera del entorno.  

 

     Y entonces te pierdes un mundo maravilloso.  

 

     Y no es culpa de Rosalía, porque Rosalía no es el enemigo.  

 

    El enemigo es ese profesor que les dice a los guiris que les va a cobrar a más precio la bulería que la granaína.  

 

     Y ese otro profesor que considera que una máster class es estar él tocando una hora y que los demás le miren. Y no se esfuerza en comprender o analizar eso que él ha hecho durante años, para poder explicarlo, porque “no se puede explicar”.  

 

     En fin, a quién le corresponda: más grabaciones, más cursos preparados, más programación del flamenco, más dinero invertido en programar flamenco, más concienciación para los niños de nuestra propia música, más clases, más material de vídeo explicado y definido. Y más acción directa en favor del flamenco.   

 

      Y menos división, y menos miedos.